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Terremoto de Caracas de 1641

De La Venciclopedia

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El Terremoto de Caracas de 1641 sucedió entre las 8 y las 9 de la mañana del 11 de junio de 1641. Fue el primer movimiento telúrico registrado en la historia de la ciudad. También se le conoce como el Terremoto de San Bernabé porque el 11 de junio se celebra a ese santo en el calendario católico. El terremoto causó enormes daños en Caracas, La Guaira y posiblemente otras ciudad del país.

Los daños en La Guaira se conocen porque la reconstrucción de sus fortalezas está documentada, pero se desconoce la magnitud. Las reparaciones no se culminaron hasta 1647 debido a los altos costos (Véase Dorta, 1967: 49). El gobernador Ruy Fernández de Fuenmayor escribió que "entre las ocho y media y las nueve de la mañana, tembló la tierra grandemente y hizo en esta ciudad de Santiago de León de Caracas y en su puerto de La Guaira un destrozo miserabilísimo [...] No hubo casa una ni ninguna [...] que no viniese totalmente al suelo [...] o no hiciese tan grande sentimiento que se pueda en muchos tiempos vivir [...]. La iglesia mayor se abrió por diferentes partes, [...] cayó parte de la iglesia del Convento de Las Monjas, [...] cayó casi toda la iglesia de San Francisco...".

También se sabe que afectó Valencia por Actas del Cabildo Eclesiástico de Caracas de diciembre de 1660 que mencionan la intención de reparar la Iglesia parroquial porque se encontraba arruinada desde el terremoto (Pérez Vila, 1963). Centeno Graü (1969) afirma que la ciudad de Cúa resultó totalmente destruida por el sismo que se sintió hasta en Cumaná, pero no aporta evidencia documental al respecto.[1]

Sobre Caracas, a la cual se refiere la mayor parte de la evidencia documental, fray Francisco de la Torre Bohorques, Procurador General de la Orden de San Francisco, señalo que el terremoto "que hubo en las Provincias de Tierra Firme, fue Nuestro Señor servido de arruinar toda la ciudad de Caracas”, pero añade que “no alcanzó a algunas de las ciudades de la Gobernación de Venezuela, en que está la dicha ciudad de Caracas” (Véase Gómez Canedo, 1974).

Según Mauro de Tovar, el número de víctimas fue de 54 en Caracas y 30 en La Guaira, pero diferentes fuentes ponen elevan el estimado entre 200 y 500 muertes. El sismo también destruyó gran parte de la arquitectura de la ciudad, incluyendo el Hospicio de los Mercedarios, el Hospital Real de San Pablo, la iglesia de San Mauricio y el seminario. Por otro lado, la catedral, el convento de las monjas concepciones y la iglesia y el convento de San Francisco se derrumbaron parcialmente. La catedral se agrietó y perdió la capilla mayor y el campanario, la iglesia de San Francisco quedó prácticamente destruida pero el convento de San Jacinto quedó en pie.

Un documento del año 1645 afirma que Caracas quedó destruida a tal punto que los vecinos quedaron imposibilitados de reedificar sus casas (Dorta, 1967) al menos durante las tres décadas posteriores al sismo. En esta difícil coyuntura, vecinos y religiosos levantaron precarias casas, iglesias y conventos de bahareque mientras se procedía a una reconstrucción en toda regla. También hubo conflictos burocráticos como el presentado por el Obispo Tovar, quien obstaculizó la reconstruccion del templo de los padres mercedarios. Estos últimos levantaron una iglesia provisional de bahareque junto a las ruinas de su templo sin solicitar el permiso del obispo, quien acompañado de clérigos armados incendió la construcción y se apoderó de sus escasos ornamentos (Dorta, 1967). La reedificación de la catedral tomó años, no sólo por la penuria material sino también por la intervención negativa y agresiva de fray Mauro, que no cesó de poner obstáculos a la fábrica de la catedral e incluso -según el informe que el gobernador Pedro León Villarroel remitió al rey, en 1651-, se apropió de las rentas del convento de monjas, las cuales estaban destinadas a ese fin. En 1654, la catedral aún era una frágil construcción de madera y barro y apenas en 1674, el arcediano Miguel Núñez y Guzmán lograría, con sus propias rentas, construir la torre y dotar a la catedral de ornamentos.

Ese mismo año, el obispo Antonio González, dispuso la fábrica de la capilla mayor de la catedral, tarea para la cual reunió materiales adecuados a la importancia del edifico y envió a la isla Española una solicitud de oficiales artesanos que pudiesen ocuparse adecuadamente de las obras en curso (Véase Dorta, 1967: 49-59). En 1651, la iglesia de San Francisco comenzó a reedificarse gracias a las limosnas de algunos devotos que permitieron iniciar la fábrica de la iglesia; sin embargo, la falta de mano de obra calificada constituía un serio impedimento para llevarla a buen término. En estas circunstancias, el síndico del convento logró que los Alcaldes concediesen a la comunidad de franciscanos la administración, durante 12 años, de doce indios hábiles en el oficio de albañilería, sorteando así aquella dificultad y prosiguiendo con la fábrica (Dorta, 1967: 53-53). En esta difícil coyuntura, vecinos y religiosos levantaron precarias casas, iglesias y conventos de bahareque: una auténtica arquitectura de emergencia, definida por la accesibilidad de los materiales y la rapidez con que se podían levantar las obras que permitirían resguardar personas y bienes mientras se procedía a una reconstrucción en toda regla, lo que constituyó un proceso difícil, marcado por la falta de dinero, la escasez de materiales de construcción y de mano de obra calificada. Fray Mauro jugó un papel importante obstaculizando los intentos por reconstruir la catedral y la casa hospicio e iglesia de los padres mercedarios. Estos últimos habían levantado una iglesia provisional de bahareque junto a las ruinas de su templo, pero sin solicitar el permiso del obispo quien se apersonó en el lugar acompañado de clérigos armados y procedió a incendiar la precaria construcción para luego apoderarse de los escasos ornamentos de la iglesia (Dorta, 1967). La reedificación de la catedral también requirió largos años, no sólo por la penuria material sino también por la intervención negativa y agresiva de fray Mauro, que no cesó de poner obstáculos a la fábrica de la catedral e incluso -según el informe que el gobernador Pedro León Villarroel remitió al rey, en 1651-, se apropió de las rentas del convento de monjas, las cuales estaban destinadas a ese fin.   En 1654, la catedral aún era una frágil construcción de madera y barro y apenas en 1674, el arcediano Miguel Núñez y Guzmán lograría, con sus propias rentas, construir la torre y dotar a la catedral de ornamentos. Ese mismo año, el obispo Antonio González, dispuso la fábrica de la capilla mayor de la catedral, tarea para la cual reunió materiales adecuados a la importancia del edifico y envió a la isla Española una solicitud de oficiales artesanos que pudiesen ocuparse adecuadamente de las obras en curso (Véase Dorta, 1967: 49-59). En 1651, la iglesia de San Francisco comenzó a reedificarse gracias a las limosnas de algunos devotos que permitieron iniciar la fábrica de la iglesia; sin embargo, la falta de mano de obra calificada constituía un serio impedimento para llevarla a buen término. En estas circunstancias, el síndico del convento logró que los Alcaldes concediesen a la comunidad de franciscanos la administración, durante 12 años, de doce indios hábiles en el oficio de albañilería, sorteando así aquella dificultad y prosiguiendo con la fábrica (Dorta, 1967: 53-53).  n hubo Después del terremoto, el Cabildo propuso mover la ciudad a la entonces Sabana de Chacao para protegerla de terremoto, pero la propuesta fue rechazada enérgicamente por el Obispo Mauro de Tovar. Finalmente, la mudanza fue prohibida por real cédula del 15 de noviembre de 1642.


Plantilla:Fuentes

  • Grases, José. Terremotos. Diccionario de Historia de Venezuela. 2da. edición. Caracas: Fundación Empresas Polar. Venezuela. 1997. OCLC: 633796151. ISBN: 980-6397-37-I


Plantilla:Referencias

  1. Centeno Graü, M. (1969) Estudios sismológicos. Caracas: Academia Nacional de Ciencias Físicas, Matemáticas y Naturales.