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Proclama del Consejo de Regencia a los americanos españoles

De La Venciclopedia

La Proclama del Consejo de Regencia de España e Indias a los americanos españoles, es un documento fechado el 14 de febrero de 1810 con el cual el Consejo de Regencia, órgano que acumuló el poder ejecutivo y legislativo durante la ocupación napoleónica de España, convocó a las colonias españolas en América a las Cortes de Cádiz, asamblea que tenía como objetivo crear un cuerpo legislativo para España tras la derrota de Napoleón.

El documento probablemente llegó a Venezuela en un buque español que arribó a Puerto Cabello el 14 de abril de 1810, y que trajo como pasajeros a los comisionados Antonio de Villavicencio, Carlos Montúfar y José Cos de Iriberriz, militares y criollos quiteños los 2 primeros, y funcionario español el último. Estos llegaron a Caracas el 18 y a pesar que la proclama contenía material favorable para las colonias, la Regencia fue rechazada por los venezolanos al considerarla usurpadora de la desparecida Junta Suprema Central y Gubernativa del Reino, a la cual había sustituido pero que a diferencia de esta, no había sido elegida por el pueblo.

Proclama

Ver también: Guerra de Independencia de Venezuela

Entre los primeros cuidados de la Regencia tiene un principal lugar la celebración de las Cortes extraordinarias anunciadas ya a los Españoles, y convocadas para el día 1º del próximo Marzo. En este gran Congreso cifran los buenos ciudadanos la esperanza de su redención y su felicidad futura. Y si los sucesos de la guerra obligan a dilatar esta gran medida hasta que pueda realizarse con la solemnidad y seguridad conveniente, esta misma dilación ofrece al nuevo Gobierno la oportunidad de dar al próximo Congreso nacional la representación completa del vasto imperio cuyos destinos le confían.

Desde el principio de la revolución declaró la Patria esos dominios parte integrante y esencial de la Monarquía Española. Como tal le corresponden los mismos derechos y prerrogativas que a la metrópoli. Siguiendo este principio de eterna equidad y justicia fueron llamados esos naturales a tomar parte en el Gobierno representativo que ha cesado: por él la tienen en la Regencia actual; y por él la tendrán también en la representación de las Cortes nacionales, enviando a ella Diputados, según el decreto que va a continuación de este Manifiesto.

Desde este momento, Españoles Americanos, os veis elevados a la dignidad de hombres libres: no sois ya los mismos que antes encorvados baxo un yugo mucho más duro mientras más distantes estabais del centro del poder; miradlos con indiferencia, besados por la codicia, y destruidos por la ignorancia. Tened presente que al pronunciar o al escribir el nombre del que ha de venir a representaros en el Congreso Nacional, vuestros destinos ya no dependen ni de los Ministros, ni de los Virreyes, ni de los Gobernadores; están en vuestras manos.

Es preciso que en este acto, el más solemne, el más importante de vuestra vida civil, cada elector se diga a sí mismo: a este hombre envío yo, para que unido a los Representantes de la Metrópoli haga frente a los designios destructores de Bonaparte: este hombre es el que ha de contribuir a formar con justas y sabias leyes un todo bien ordenado de tantos, tan vastos y tan separados dominios: este en fin el que ha de determinar las cargas que he de sufrir, las gracias que me han de pertenecer, la guerra que he de sostener, la paz que he de jurar.

Tal y tanta es, Españoles de América, la confianza que vais a poner en vuestros diputados. No duda la Patria, ni la Regencia que os habla por ella ahora, que estos mandatarios serán dignos de las altas funciones que van a exercer. Enviadlos pues, con la celeridad que la situación de las cosas públicas exige: que vengan a contribuir con su celo y con sus luces a la restauración y recomposición de la Monarquía: que formen con nosotros el plan de felicidad y perfección social de esos inmensos países; y que concurriendo a la execución de obra tan grande, se revistan de una gloria, que sin la revolución presente, ni España, ni América, pudieron esperar jamás.

Real Isla de León.

14 de febrero de 1810.

Xavier de Castaños, Presidente.

Francisco de Saavedra.

Antonio de Escaño.

Miguel de Lardizábal y Uribe.

Fuente

  • Etchart, Martha B., "Documentos de Historia Americana", Cesarini Hnos. Editores, Buenos Aires, 1979. Páginas 123 y 124.