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Legión Británica

De La Venciclopedia

Los historiadores suelen utilizar el nombre «Legión Británica» como una expresión general para denominar a los Voluntarios de Gran Bretaña, Irlanda y Hanover que sirvieron en la región septentrional de América del Sur durante las guerras de la Independencia dentro de la epopeya bolivariana. Esto ha hecho que muchos lectores creyeran que se trató de una sola unidad combatiente. De hecho, no fue así, ni mucho menos. En los momentos iniciales de la campaña una de las varias unidades constituidas por extranjeros llevó el nombre de «Legión Británica» pero este fue muy pronto cambiado a «Cazadores Británicos» y aparte de este hubo cambios muy frecuentes en los nombres de las unidades de voluntarios. Los nombres originales de los primeros cuerpos reclutados fueron los siguientes: Primero de Húsares, Segundo de Húsares, Húsares Rojos, Primero Venezolano de Rifles, Primero de Lanceros, Artillería y Segundo de Rifles. La «Legión Irlandesa» incluía las unidades siguientes: Lanceros, Primero de Fusileros, Primero de Rifles, Segundo de Rifles, Infantería Ligera de Cundinamarca, Primero de Infantería Ligera y Húsares de la Guardia. Las expediciones de Gregor MacGregor incluían: Lanceros de Maceroni, Húsares, Artillería, Primero de Lanceros, Rifles, Infantería Ligera de Salabrietta y el Regimiento de Hibernia.

La primera sugerencia de reclutar en las islas Británicas voluntarios para participar en las guerras de la Independencia suramericana fue hecha en mayo de 1812 por Francisco de Miranda en una carta para un periodista de Londres, pero pasos decisivos en ese sentido no fueron dados sino en 1817. En enero de ese año, Simón Bolívar nombró agente de Venezuela en Londres a Luis López Méndez y le ordenó que buscara reclutas y adquiriese armas. El momento era muy propicio para esto, pues, a causa de haber terminado en 1815 las guerras napoleónicas, numerosos oficiales y soldados desmovilizados del ejército británico estaban buscando empleo y los proveedores de los ejércitos disponían de grandes cantidades de pertrechos militares que no habían alcanzado a vender. Por otra parte, la opinión pública británica, incitada por personajes tan conocidos como sir Robert Wilson (un miembro liberal del Parlamento) y el almirante lord Thomas Cochrane, era ampliamente favorable hacia los patriotas hispanoamericanos. Este ambiente fue además incentivado mediante el hábil uso de la prensa a favor de aquella causa. Hasta entonces habían sido casi siempre individuos aislados los que se habían alistado en las fuerzas primero de Miranda y después de Bolívar, principalmente desde las Antillas británicas, pero en 1817 la situación cambió y el reclutamiento se verificó por unidades enteras o por cuadros completos para formar cuerpos en América. En mayo de ese año, Gustavus Mathias Hippisley, un oficial del ejército británico que estaba a media paga, le ofreció a López Méndez alistar un cuadro de oficiales, sargentos y cabos para reclutar y adiestrar en Venezuela un regimiento de húsares. Su ofrecimiento fue aceptado de inmediato y muy pronto empezaron a ser reclutadas también otras unidades: 3 regimientos más de caballería, uno de rifles y un cuerpo de artillería. Los organizadores tuvieron tanto éxito y tantos oficiales a media paga se alistaron para el servicio de los patriotas, que las autoridades inglesas se alarmaron. En septiembre se dio la orden de que los oficiales que se alistasen para servir a una potencia extranjera sin permiso especial del Príncipe Regente, perderían su media paga; pocos días después se dispuso que los oficiales del ejército británico no podían salir de Gran Bretaña sin la autorización del Soberano. Pero todo esto no impidió que el alistamiento continuase, por lo cual el embajador de España en Londres, duque de San Carlos, se quejó al gobierno británico de esa situación. Había también grandes intereses comerciales británicos en juego. Varios comerciantes y armadores financiaron las expediciones, al recibir de López Méndez la promesa de que el gobierno de Venezuela los reembolsaría cuando los buques llegaran a Suramérica. Entre otras, la expedición de Hippisley continuó adelante y a fines de noviembre de 1817 todo estaba listo para emprender la salida, cuando el Príncipe Regente publicó una proclama que prohibía cualquier reclutamiento. Ante esta circunstancia, los buques de la expedición de Hippisley zarparon inmediatamente, con tal premura, que algunos de los voluntarios se quedaron en tierra, aunque al parecer las autoridades no hicieron nada para impedir la salida de la expedición. Los barcos se encontraron envueltos en una tremenda tempestad y alrededor de 200 reclutas para el Segundo Venezolano de Húsares, perecieron cuando el Iridian naufragó cerca de la costa francesa. En total, fueron unos 800 voluntarios los que cruzaron el Atlántico en esa ocasión. Al llegar a las Antillas se encontraron con muchas dificultades: 2 buques fueron embargados por haber infringido las leyes de navegación, y otros problemas surgieron debido a que existían disposiciones que prohibían la exportación de armas desde Gran Bretaña a Suramérica. Al quedarse la expedición por un tiempo en las islas, se produjeron numerosas deserciones y hubo bastantes enfermos, por lo cual, solo unos 240 voluntarios llegaron hasta el fin del viaje en el continente. Los primeros, que pusieron pie en Angostura en enero de 1818, fueron enviados de inmediato Orinoco arriba hacia el Apure, donde bajo el mando de James Rooke, quien se había alistado recientemente por su cuenta en el ejército de Bolívar, combatieron en la batalla de Semén. Hippisley no llegó sino en abril, pero después de un enfrentamiento con Bolívar, regresó a su país sin haber combatido.

Los cuadros del Primero de Rifles y del Cuerpo de Artillería llegaron en julio de 1818 a Angostura y de inmediato empezaron a reclutar y adiestrar tropas venezolanas en las misiones del Caroní. El Primero de Rifles combatiría a lo largo de toda la guerra hasta la batalla de Ayacucho (1818-1824) y cuando este cuerpo fue disuelto en 1830 solo quedaban en él 3 oficiales británicos. Dos de los oficiales llegados a Venezuela a comienzos de 1818, James Towers English y George Elsom, recibieron de Bolívar autorización para volver a Inglaterra y organizar sendas expediciones, pero esta vez, no solo formadas por cuadros, sino incluyendo también soldados. A fines de 1818 ambas estaban listas. En la de Elsom figuraban algunos hanoverianos que se habían retirado de la Legión Alemana del ejército británico, fuerzas reclutadas por Johann Úslar. Por su parte, Gregor MacGregor, un escocés que desde 1811 había estado vinculado con la causa de Venezuela, llevaba adelante otro reclutamiento independiente del que realizaba López Méndez, con quien se había enemistado. Esas tropas llegaron a las costas del istmo de Panamá a comienzos de abril de 1819 y se apoderaron de la población de Porto Bello; pero MacGregor tuvo que abandonarla cuando las fuerzas españolas contraatacaron 3 semanas después y la mayor parte de los expedicionarios perecieron víctimas de fiebres o ejecutados por los realistas. Una nueva expedición levantada por MacGregor salió de Gran Bretaña durante el verano, compuesta principalmente por el regimiento de Hibernia, reclutado en Irlanda por Thomas Eyre. Después de muchas vicisitudes, lograron apoderarse de Río Hacha el 5 de octubre de 1819, sufriendo graves pérdidas. Poco después se produjeron serios actos de indisciplina y toda una unidad se embarcó apresuradamente para regresar a Gran Bretaña en unos buques de los cuales se apoderaron violentamente; incapaz de mantener su dominio sobre Santa Marta, MacGregor había empezado a evacuarla cuando tropas realistas atacaron, muriendo muchos voluntarios en la acción, y alrededor de 110 fueron ejecutados por sus captores; el jefe escocés y parte de sus hombres lograron, sin embargo, huir en otros buques. Durante el verano de 1819 John D'Evereux empezó a reclutar una Legión Irlandesa en la propia Irlanda, alegando que Bolívar le había facultado para ello, y concedido el grado de general; aspiraba a alistar 5.000 hombres; pero, de hecho, fueron muchísimos menos. Ante tan continuados desconocimientos de las proclamas del Príncipe Regente y la salida de un buque tras otro cargados de gente y pertrechos para servir a la causa de Hispanoamérica, el gobierno británico se vio finalmente obligado a ceder ante la presión diplomática española. A pesar de muchas protestas públicas, se decretó que el 1 de agosto de 1819 entraría en vigor la ley contra el reclutamiento de súbditos británicos con destino al extranjero, lo cual hizo que numerosos voluntarios se apresuraran a salir hacia América del Sur antes de aquella fecha. Cinco buques de la Legión Irlandesa de D'Evereux, zarparon unas semanas más tarde pretextándose que conducían emigrantes. Por esa época, 53 barcos habían partido hacia América del Sur, conduciendo, en total, unos 6.500 oficiales y soldados, de los cuales, alrededor de 5.300 llegaron a su destino. Entretanto, desde comienzos de ese mismo año de 1819, los contingentes de Elsom y English habían empezado a cruzar el Atlántico. La expedición del segundo, formada por 1.100 voluntarios, desembarcó en Margarita en abril; los 1.000 hombres conducidos por Elsom fueron llegando a Margarita y Angostura hasta fines de agosto. Los primeros buques de la Legión Irlandesa, echaron anclas en aquella isla entre septiembre y diciembre de 1819, y 2 contingentes más desembarcaron en Angostura, respectivamente, en abril y mayo de 1820. En septiembre de ese año, Bolívar puso fin al alistamiento de extranjeros y ya no se organizaron más expediciones en las islas Británicas, aun cuando algunos voluntarios fueron admitidos posteriormente a título individual.

Los primeros grupos de la expedición de Elsom que se presentaron en Angostura durante los meses iniciales de 1819, fueron encaminados al Apure, donde se reunieron con otros británicos anteriormente llegados y formaron un batallón, llamado más tarde el batallón Albión, que acompañó a Bolívar en el Paso de los Andes y se distinguió en la batalla del Pantano de Vargas (25.7.1819), donde su jefe, James Rooke, resultó gravemente herido, muriendo 3 días después. Al mando de su nuevo coronel John Mackintosh, pelearon nuevamente en la batalla de Boyacá (7.8.1819), donde ganaron el derecho a poner ese nombre, «Boyacá», en sus banderas; luego, siguieron combatiendo hacia el sur y se encontraron en la batalla de Pichincha (25.5.1822), a las Órdenes del general Antonio José de Sucre. Este batallón fue disuelto en Guayaquil en octubre de 1822, y los escasos voluntarios sobrevivientes fueron distribuidos entre otras unidades, o recibieron un honroso retiro. Los voluntarios de English que habían llegado a Margarita, tomaron parte en la campaña contra Barcelona y Cumaná en 1819, bajo el mando del general Rafael Urdaneta, pero el general English tuvo que regresar a la isla por hallarse enfermo, y allí murió. Esas fuerzas, después del fracaso sufrido en Barcelona, se dirigieron a la región de Maturín y luego a los llanos de Apure. Aquí se reunieron con miembros de la Legión Irlandesa, que habían llegado antes a Angostura y con otros grupos de ingleses, y fueron reorganizados todos en una unidad llamada Cazadores Británicos. Allí quedaron bajo el mando del general José Antonio Páez en 1820 y lo acompañaron en 1821 cuando él marchó con sus fuerzas a incorporarse al ejército del Libertador poco antes de la batalla de Carabobo. En esta acción, el 24 de junio de 1821, el batallón Cazadores Británicos, tuvo una actuación muy distinguida y después de la batalla recibió de Bolívar su nuevo nombre: batallón Carabobo. Después de continuar sirviendo en Venezuela, marcharon hacia el sur y finalmente esta unidad fue disuelta en el Ecuador, cuando se desmembró la Gran Colombia, hacia 1830.

La parte de la Legión Irlandesa que había llegado a Margarita en 1819 y comienzos de 1820, se hallaba muy disminuida por las enfermedades y deserciones hacia marzo de ese último año, cuando se embarcaron hacia Río Hacha, junto con fuerzas margariteñas, algunos hombres de la expedición de English que habían sido dados de alta en el hospital de la isla y un grupo de Infantes de Marina del coronel Thomas Jackson. Después de haberse apoderado de Río Hacha sin resistencia, penetraron hacia el Sur unos 250 km, a la región de Valledupar, donde debían encontrarse con otra columna, en la cual figuraba el batallón Rifles; el jefe de esta columna, coronel Francisco Carmona, se retrasó y la conexión no se produjo. Los irlandeses se vieron obligados a regresar a la costa, debido a los ataques realistas contra su línea de abastecimiento. En aquella ciudad, rechazaron un asalto de los españoles, pero después se amotinaron exigiendo su paga, su prest y sus raciones. La población fue saqueada y quemada. Cuando estos hechos se produjeron, la Legión Irlandesa se hallaba en un estado deplorable, y un tercio de su fuerza había muerto o regresado a su tierra. Los restantes se apoderaron de varios buques y fueron a parar a Jamaica, de donde muchos de ellos fueron trasladados posteriormente a Terranova y Canadá. Una unidad de la Legión Irlandesa que permaneció leal a la República con el coronel Francis Burdett O'Connor se quedó en Tierra Firme y sirvió bajo las órdenes del general Mariano Montilla en Turbaco, durante el sitio de Cartagena. Posteriormente, algunos de los oficiales sobrevivientes se incorporaron al batallón Rifles. En cuanto a D'Evereux, este solo llegó a Suramérica cuando ya su Legión se había desbandado y de hecho, nunca tuvo servicio activo ni llegó a combatir.

De los 5.300 voluntarios aproximadamente, que pusieron pie en América del Sur, muy pocos fueron los que regresaron a sus hogares de Gran Bretaña e Irlanda. Aunque muchos murieron en combate o a consecuencia de heridas recibidas peleando, probablemente es correcto decir que la mayoría fueron víctimas de enfermedades tropicales y de la dureza de las condiciones de las campañas. Su resistencia se vio debilitada por falta de alimentación y vestido apropiados, así como por la escasez de medicinas disponibles: sucumbieron a la malaria, fiebre amarilla, cólera, disentería, fiebre tifoidea, tifus, y otros flagelos, y particularmente, a las úlceras propias del trópico, que segaron las vidas de centenares de ellos, especialmente, durante las largas marchas. Los médicos, que en total fueron más de 150, hicieron lo que pudieron, pero prácticamente todos perecieron, igual que sus pacientes. Es necesario recordar, también, que no menos de 600 o 700 hombres de todas graduaciones se alistaron en las Fuerzas Navales republicanas. Aunque sirvieron, muchos de ellos, con valor y dedicación a la causa de la Independencia, su historia es distinta de la Legión Británica. Su reclutamiento se llevó a cabo de muy diversas maneras, unas veces individualmente (especialmente en el caso de los oficiales), y otras veces, por tripulaciones enteras que conducían a Venezuela u otros lugares de Suramérica los buques en que iban a combatir. En la Marina patriota, al lado de ingleses, escoceses e irlandeses sirvieron gentes de otras nacionalidades, tales como: italianos, franceses, norteamericanos, en proporción mayor a lo que ocurría en las fuerzas terrestres. Entre otras oportunidades, los voluntarios que combatieron en las Fuerzas Navales tuvieron notable participación en la batalla del lago de Maracaibo el 25 de julio de 1823.

Entre los escasos sobrevivientes de la Legión Británica que permanecieron en América, algunos alcanzaron elevadas situaciones en los ejércitos patriotas u ocuparon altos cargos en los gobiernos de los nuevos estados. Pueden mencionarse el general Daniel Florencio O'Leary, el general Juan Úslar, el general Arturo Sandes, el general Tomás Carlos Wright, el general Francis Burdett O'Connor, el capitán de navío Walter Dawes Chitty, el coronel Guillermo Smith, el general Carlos Minchin, entre otros. El 15 de diciembre de 1827, Simón Bolívar le escribió al rey Jorge IV de Inglaterra, lo siguiente: «Colombia desmerecería todos los goces de un gobierno propio si al disfrutar de tan preciosos bienes pudiese olvidar la cooperación que obtuvo de algunos denodados amigos de la humanidad oprimida. Es imposible recordar los auxilios que nos prestaron los extraños, sin excitar nuestro reconocimiento la resolución de muchos súbditos de V.M. que, impelidos exclusivamente de su noble generosidad, vinieron a participar de nuestras fatigas, de nuestras privaciones y de nuestra suerte. Sujetáronse a severas penas, permaneciendo al lado de nuestros compatriotas y, entre sobrellevarlas o abandonar la causa de todo un continente, no dudaron sus corazones virtuosos. Mas, su falta parece borrada por la amistad que V.M. dispensa a los nuevos Estados americanos. Ellos, sin embargo, sufren todavía la pena que en 1819 se impuso a los súbditos británicos que tomasen parte en contiendas extranjeras: castigo que les es tanto más sensible cuanto que con él sufren el desagrado de V.M. -Señor, a nombre de mis compañeros de armas, a nombre de Colombia agradecida, imploro la gracia de V.M. en favor de aquellos generosos auxiliares.- De V.M. buen amigo y devoto servidor, Simón Bolívar».

Autor: Eric Lambert

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