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Revolución de las Reformas

De La Venciclopedia

junio 1835-marzo 1836

El polémico proceso electoral de 1834 culminó con el ascenso a la presidencia de José María Vargas. El triunfo de este último y la derrota del candidato apoyado por José Antonio Páez, el general Carlos Soublette, implica -coyunturalmente al menos- que los resortes del aparato político habían quedado fuera del control del caudillo llanero. Sin embargo, ello no significaba que su poder real, sustentado en la fuerza de las armas, hubiera sufrido mengua alguna. Páez continuó siendo la máxima figura, garantía de estabilidad y del respeto de la Constitución. Desde el momento mismo de la proclamación de Vargas como presidente de la República (9.2.1835), comienza a perfilarse una fuerte corriente de oposición y a generalizarse un clima conspirativo. A ello se suma el progresivo aislamiento del nuevo presidente, quien se enfrenta al Poder Legislativo con motivo de la aprobación del impuesto subsidiario del 1% para la apertura y mejoras de los caminos, puentes y canales principales de las provincias. Este choque de poderes entre el Legislativo y el Ejecutivo indica la fragilidad del proyecto hegemónico de la burguesía comercial que apoyó la candidatura presidencial de Vargas, ya que carecía esta última del control total de las distintas esferas del gobierno y no tenía el respaldo del ejército. Paralelamente al progresivo desgaste del gobierno varguista, se estructura un movimiento revolucionario integrado por figuras que habían militado anteriormente en bandos políticos enfrentados. Algunos pertenecían al grupo bolivariano, mientras otros habían sido voceros de la línea antibolivariana (aunque todos, de una manera u otra, habían participado en la Guerra de Independencia). Entre los principales jefes del movimiento, se destacaban: Santiago Mariño, Diego Ibarra, Pedro Briceño Méndez, Justo Briceño, Luis Perú de Lacroix, Pedro Carujo; y en la región oriental, junto a José Tadeo Monagas, sobresalen los nombres de civiles como Estanislao Rendón y Andrés Level de Goda. Desde el punto de vista social, muchos de estos llamados «reformistas» eran reconocidos terratenientes, siendo los casos más resaltantes los de Diego Ibarra, Santiago Mariño, José Tadeo Monagas y Pedro Briceño Méndez, quien en 1828 le había planteado a Simón Bolívar la creación de un Instituto de Crédito, con capital del Estado, para hacer préstamos a bajo interés y largo plazo a los productores agrarios. Los terratenientes que junto con los militares habían conformado en 1830 el bloque social dominante, habían sido desplazados progresivamente del poder gracias a la acción de la burguesía comercial y de los sectores ligados a ella. Los «reformistas» pedían en su programa la federación, el fuero militar, la religión católica como religión del Estado y sobre todo que los cargos públicos estuviesen «en manos de los fundadores de la libertad y antiguos patriotas». De hecho querían, en el fondo de sus anhelos, destruir la omnipotencia política de Páez y los grupos que lo apoyaban.

El 7 de junio de 1835, estalla la insurrección en Maracaibo, proclamando el sistema federal y al general Santiago Mariño como jefe del movimiento revolucionario. Aunque este alzamiento fracasa a los pocos días, sirve como señal para los conspiradores del resto del país. En Caracas, la rebelión estalla en la noche del 7 al 8 de julio de 1835. Pedro Carujo, a la cabeza del batallón Anzoátegui y acompañado por el joven capitán Julián Castro, pone al presidente Vargas bajo arresto en su casa. En esa oportunidad ocurre el célebre diálogo entre Carujo y Vargas que la historiografía ha recogido para la posteridad: «El mundo es de los valientes», le dice Carujo a Vargas. A lo cual contesta el mandatario: «No, el mundo es del hombre justo; es el hombre de bien, y no el valiente, el que siempre ha vivido y vivirá feliz sobre la tierra y seguro sobre su conciencia». Poco después, Vargas y el vicepresidente Andrés Narvarte salen de La Guaira, desterrados para la isla de Saint Thomas. El día 9, el jefe militar del movimiento en Caracas, Pedro Briceño Méndez, da a conocer un Manifiesto, donde se condena tanto a la Constitución Nacional como al conjunto de leyes promulgadas a partir de 1830. Se plantea que la regeneración del proceso estará a cargo de los patriotas que años antes habían derramado su sangre en la lucha por la Independencia. Se acusa al gobierno de Vargas de haber violado las libertades ciudadanas, por lo cual, los responsables de la revolución se consideran asistidos por el «sagrado derecho a la insurrección» contra las autoridades. Un nuevo gobierno es constituido con el general Mariño, como jefe superior; el general Briceño Méndez, como secretario general; el general Diego Ibarra, como comandante de armas de Caracas; y el comandante Pedro Carujo, promovido a general, como jefe de las tropas. El movimiento se propaga rápidamente por los distintos puntos del país, convirtiéndose el Zulia, oriente y Carabobo en los principales focos revolucionarios. Sin embargo, el desarrollo del proceso lo define el general Páez. Desde su propiedad de San Pablo, a 190 km de Caracas, se pronuncia a favor de las autoridades destituidas e inicia su marcha hacia la capital (15.7.1835). Pasando por Valencia, Maracay y La Victoria, incorpora en el camino numerosos grupos de milicianos armados y también se le unen tropas que -al mando del general José Laurencio Silva- habían sido despachadas desde Caracas para detenerlo. Páez entra en Caracas, desalojada por los rebeldes, el 28 de julio. Reúne entonces al Consejo de Gobierno, el cual encarga del Poder Ejecutivo al general José María Carreño, mientras una comisión es enviada a Saint Thomas para traer de vuelta a Vargas y Narvarte. El 20 de agosto de 1835, Vargas recuperó la presidencia de la República. Mariño y sus compañeros se refugiaron en el oriente del país, amparados por Monagas. Sin embargo, la capacidad militar de los reformistas se iba debilitando. En noviembre, la región oriental quedaba pacificada. Y mediante un decreto, dictado por Páez en el sitio de la laguna de Pirital, los principales jefes de la revolución en oriente quedaban indultados (3.11.1835). Un grupo de irreductibles, bajo el mando de Pedro Carujo, había ocupado la plaza de Puerto Cabello. Declarado el puerto en estado de sitio (17.12.1835), Páez intervino personalmente en los combates. Durante una salida, Carujo fue herido, capturado (24.12.1835) y enviado a Valencia, donde falleció poco después a consecuencia de la herida que había recibido. Continuó el sitio de Puerto Cabello, mientras Maracaibo era sometida por las fuerzas del gobierno (1.1.1836). Con la rendición de Puerto Cabello (1.3.1836), terminaba la contienda armada.

Si bien la Revolución de las Reformas se caracterizó por su heterogeneidad, la cual respondía a los diversos intereses sectoriales o particulares de sus integrantes, puso de manifiesto la unión de esos intereses en torno a la consigna de introducir modificaciones a la Constitución y destituir a Vargas, a quien se le acusaba de estar respaldado por un grupo de «agiotistas» y de haber ascendido al gobierno gracias «al poder del dinero» o del «influjo mercantil». Teniendo en cuenta esto, se puede considerar que la Revolución de las Reformas no fue simplemente el enfrentamiento de militares contra civiles, sino que constituyó más bien la expresión de las pugnas entre fracciones de las clases dominantes de la Venezuela de entonces. Concretamente, dicha revolución estaba encabezada por un grupo de militares, muchos de los cuales se habían convertido en grandes propietarios y habían sido marginados del aparato político, afectados por un lado, por la eliminación de ciertos privilegios propios de los militares; y el por otro, por una relación de dependencia cada vez mayor con respecto a la burguesía comercial. Es necesario recordar que la fuerte crisis coyuntural de 1834, ocasionada por problemas estacionales, también actuó como un factor más para que algunos grandes propietarios reaccionaran contra el gobierno. A estos problemas se sumaron los planteamientos regionales, particularmente en el oriente, donde se proclamó la Federación. Estos planteamientos expresaban su oposición al conjunto de leyes dictadas desde 1830, por considerar que no reflejaban la voluntad general e impedían la prosperidad nacional. Dentro de este marco general, sí cabe hablar de un enfrentamiento entre el poder civil, surgido de un régimen legal, simbolizado por la persona de Vargas, y el hecho insurreccional apoyado en la fuerza de las armas. También, en otro sentido, puede observarse que la rebelión, llevada a cabo principalmente en Caracas, por unidades del ejército regular, el entonces llamado «Ejército permanente», mediante un golpe de cuartel, es vencida no por otras unidades regulares de las Fuerzas Armadas sino por los milicianos armados que, conducidos por sus caudillos locales, acuden al llamado de Páez. Así, la Revolución de las Reformas, además de constituir en su esencia una pugna entre 2 sectores de la clase dominante de la sociedad venezolana, hacendados contra comerciantes, es a la vez un enfrentamiento entre el poder civil y las Fuerzas Armadas; y además, un importante episodio de la lucha entre el militarismo y el caudillismo, tropa regular contra milicianos, estudiada por el historiador norteamericano Robert L. Gilmore. Estas pugnas se ubican en el contexto de una sociedad agraria, en la cual una fracción de la clase terrateniente comenzaba a tomar conciencia de que el proceso político puesto en marcha la estaba marginando progresivamente, al compás de la implantación de leyes en beneficio del sector comercial y en desmedro de sus propios intereses. En la Revolución de las Reformas estaba ya presente el germen de la futura escisión entre las clases dominantes venezolanas en 2 grupos antagónicos: los «liberales», identificados con el grupo de terratenientes; y los «conservadores», identificados con el grupo de la burguesía comercial que había respaldado al gobierno de Vargas. En esta coyuntura se pudo apreciar también el triunfo político de Páez, quien demostró ser la única figura capaz de garantizar el orden y la estabilidad nacional, al reinstaurar el gobierno de José María Vargas y derrotar la insurrección. Semanas después de haber sido vencida la insurrección, el presidente Vargas, enfrentado de nuevo a la mayoría del Congreso, renunció irrevocablemente a la presidencia de la República (24.4.1836). Y luego de las interinarias de Narvarte y Carreño, completará su período de gobierno, hasta comienzos de 1839, el general Carlos Soublette, candidato de Páez en 1834, por haber sido elegido vicepresidente de la República para el período 1837-1841. La política venezolana de las futuras décadas, en lugar de seguir aglutinándose en torno a figuras civiles, aceptó como su centro al caudillo todopoderoso.

Temas relacionados: Dios y Federación; Vargas, José María, gobierno de.

Autor: Catalina Banko de Mouzakis Bibliografía directa: Apuntes históricos. [Caracas: s.n., 1836]; Banko, Catalina. Poder político y conflictos sociales en la República Oligárquica, 1830-1848. Caracas: Universidad Santa María 1986; Carrillo Moreno, José. Carujo, instrumento del conflicto histórico entre el civilismo y el militarismo. Caracas: Corporación Gráfica, 1960; Documentos justificativos de la conducta observada por el gefe de la plaza de Puerto Cabello desde el 13 de julio de 1833 hasta el 1 de marzo de 1836. Caracas: Imprenta de Tomás Antera, 1836; Faría de Lima, José Jacinto. Algo sobre la revolución de las reformas y su jefe en Maracaibo: 1833. La Guaira: Tipografía Venezolana, 1928; Gabaldón, Leonora. Las elecciones presidenciales de 1833: las elecciones del Dr. José María Vargas. Caracas: Academia Nacional de la Historia, 1836; Gilmore, Robert L. Caudillism and militarism in Venezuela 1810-1910. Athens: Ohio University Press, 1964; González, Juan Vicente. Epístolas catilinarias sobre el ocho de julio. Caracas: Garrido, 1855; Godoi, Manuel R. Apuntes para la historia: sucesos ocurridos en el palacio de gobierno en Caracas. Caracas: Impreso de Santiago Ochoa, Justicia y humanidad. [Caracas: s.n., 1836]; Level De Goda, Andrés. Léase y digan. Caracas: Imprenta de Tomás Antera, 1836; Montero, Magaly. La revolución de las reformas. Valencia: Universidad de Carabobo, 1979; Parra Pérez, Caracciolo. Marino y las guerras civiles. Madrid: Ediciones Cultura Hispánica, 1958-1960.3 vols.;Pérez vila, Manuel. La revolución de las reformas: Vargas frente a Carujo. Caracas: Ediciones Mario González, 1984; Urdaneta Quintero, Arlene del Valle. La revolución de las reformas en Maracaibo, campesinos y tembleques, 1834-1833. Caracas: Universidad Santa María, Centro de Investigaciones Históricas, 1989; Vargas, José María. Vargas: relación autobiográfica inédita, sobre el golpe de Estado que lo depuso en 1833. Caracas: Tipografía Principios, 1959; Yanes, Francisco Antonio. Apuntes históricos con algunas observaciones: sobre el principio, progreso y término de la sublevación acaecida en la capital de la República de Venezuela el 8 de julio de 1833. Caracas: Imprenta de Valentín Espinal, 1836.